El gran hándicap para muchos cuerpos de policía a la hora de presupuestar la formación de sus agentes radica en el alto coste que supone realizarla de forma que sea realmente efectiva para el desempeño en la calle de estos. Está comprobado que una formación deficiente o errónea tiene consecuencias desagradables en las actuaciones en las que alguna vida pueda estar en juego, ya que es en esas situaciones es donde el policía echará mano de su entrenamiento policial para resolver dichas situaciones.
Las jornadas en las que los agentes de policía entrenaban en posiciones de tiro estáticas y con siluetas inmóviles en galerías, se han demostrado insuficientes. Los últimos estudios están transformando la idea que teníamos sobre la relación entre formación práctica y enfrentamientos reales, y vienen demostrando la estrecha relación que existe entre entrenamientos realistas y supervivencia en encuentros letales. La base que sustenta esta afirmación es sencillamente que nuestro organismo aprende de lo vivido y sabrá actuar ante situaciones de peligro si antes entrenó con técnicas de “fuerza contra fuerza”.
Cuando el policía se enfrenta a situaciones de alto riesgo, su organismo pasa a tal estado de alerta, que transforma sus capacidades sensoriales y cardiacas, es en ese momento cuando entran en escena síntomas como el efecto túnel, la vasoconstricción en sus extremidades o la exclusión auditiva, entre otros. La abrupta subida de la frecuencia cardiaca es la principal culpable de esta transformación sensorial del que se interna en enfrentamientos de alto riesgo. Los avances de la ciencia nos ha ido permitiendo comprender las etapas del organismo y trasladarlas al entrenamiento realista. Una de las técnicas más usadas en este tipo de entrenamientos es someter al cuerpo a niveles de esfuerzo tales que sean capaces de disparar la frecuencia cardiaca a la zona roja de los individuos que realizan estos entrenamientos . Aunque son recomendables este tipo de técnicas; no son completamente eficaces, al no generar en estos cuerpos, puestos al límite físico, los efectos producidos por el “estrés de combate”.
Efectos de la frecuencia cardíaca debido al miedo o a causas hormonales
Para que nuestro cuerpo se aproxime aún más a las sensaciones del combate real hay que someterlo a la “promesa de daño” que permite los entrenamientos fuerza contra fuerza. Y es que, aunque apliquemos a nuestro cuerpo un esfuerzo físico que alcance más de 160 pulsaciones por minuto (ppm), este no se comportará igual que ante una situación de peligro. Necesita la colaboración de nuestro cerebro que envíe al sistema nervioso la sensación de peligro por la posibilidad de recibir daño.
Conscientes de todo esto, las mejores escuelas policiales vienen incluyendo en sus prácticas, ejercicios de fuerza contra fuerza, haciendo uso de soluciones como StressVest para este propósito. La posibilidad de recibir vibraciones o pequeñas descargas eléctricas gracias a la tecnología de StressVest es el último escalón que faltaba en el camino hacia el entrenamiento policial completo.
Setcan™; la compañía canadiense creadora de esta tecnología, se dió cuenta que podía cambiar la electricidad y las ondas por la pólvora y los grandes recorridos de tiro (kill houses), abaratando los costes y aumentando el tiempo de uso entrenando. StressVest utiliza, para simular los impactos del arma, un láser inocuo integrado en las armas con las que se vaya a entrenar. Por lo que evita estrictos e incómodos protocolos de seguridad, además, el chaleco receptor no cuenta con componentes frágiles que entorpezcan la multitud de movimientos que requiere el entrenamiento realista donde la máxima es “el movimiento es vida”.
Nidec Defense Group es distribuidor para España de este avanzado sistema de entrenamiento
